interart·e·scenica
Al cumplirse 40 años del fallecimiento de Luis Humberto Salgado.
El maestro Salgado comentaba en su artículo del 17 de mayo de 1971, publicado en el diario El Comercio de Quito con el título "Avatares de un texto musical", acerca de los laberintos que deben seguir los textos de las “ciencias musicales” para poder aportar a la “raquítica bibliografía ecuatoriana” de la música. Señalaba, entonces, que: “a pesar del informe favorable de la comisión ad-hoc, la obra tiene que sortear los vericuetos del trámite administrativo, y aguardar el supuesto turno, corriendo el riesgo de ser postergada para las calendas griegas (…)”
Salgado nos enseñó que las obras escritas, aunque no publicadas, son preferibles a las no imaginadas, pues contribuyen a romper el paradigma de un medio que quiere permanecer eternamente neófito, infantil, en constante estado de refundación, en donde todo debe, una y otra vez, empezar desde cero, y que no es capaz de recuperar, sostener y proyectar su memoria.
El texto que adjuntamos más abajo es, por lo tanto, un intento curioso por adentrarse en el sugestivo universo lírico-escénico salgadiano y ha sido escrito desde la perspectiva de un creador de puestas en escena que se nutre de cada palabra del libretista y de cada nota del compositor para poder imaginar, por su parte, la composición visual y de la acción.
Agradezco al Archivo Histórico del Ministerio de Cultura y Patrimonio por haber autorizado la revisión de los materiales manuscritos del Fondo Luis Humberto Salgado. En especial, expreso mi gratitud con el Lcdo. Honorio Granja por su solícito apoyo.
12 de diciembre de 2017
A continuación, el enlace para descargar el artículo en versión pdf:
Fotografías de detalles de las partituras manuscritas autógrafas de las obras lírico-escénicas de Luis Humberto Salgado.
Propiedad del Archivo Histórico del Ministerio de Cultura y Patrimonio del Ecuador.
Un proyecto desarrollado por iniciativa de Javier Andrade Córdova, a partir de su propuesta de investigación y difusión denominada "Salgado Lírico":
Resúmenes argumentales de la opereta y las cuatro óperas de Luis Humberto Salgado ( 1903-1977)
Nota introductoria:
Los resúmenes argumentales que se despliegan a continuación fueron desarrollados como parte de la preparación del recital histórico “Tras el rasgo lírico de Salgado”, realizado en el Teatro Nacional Sucre de Quito, Ecuador, el 3 diciembre de 2007, como homenaje al compositor al cumplirse 30 años de su fallecimiento. En dicho recital se ejecutaron varios estrenos absolutos de fragmentos de las cuatro óperas, así como reestrenos de la poquísimas piezas que el propio compositor pudo estrenar de manera aislada en vida.
Fotografías del recital:
Tras el rasgo lírico de Salgado
Teatro Nacional Sucre. Quito, 3 de diciembre de 2007
Investigación y dirección artística:
Javier Andrade Córdova
Interpretación:
Compañía Lírica Nacional:
Pianistas:
Ivonne Schiaffino y Miguel Juárez
Cantantes:
Vanessa Lamar, Marisabel Albuja, Jorge Cassis, Marlon Valverde, Luis Medina
Con la participación del Coro Mixto Ciudad de Quito
Director del coro: Gabriel Villafuerte
Producción: Fundación Teatro Nacional Sucre
I.
Resumen* del argumento de
“Ensueños de amor” - Opereta en tres actos y tres cuadros**
Libreto original y música de Luis Humberto Salgado
Por Javier Andrade Córdova
Acción en Quito, año 1930**
Primer Acto
El parque de la Alameda, por la mañana.
En el paseo más concurrido de Quito, la Alameda, se dan cita jóvenes enamorados de distintos grupos sociales. Jorge, un joven poeta solitario, reflexiona melancólico sobre su soledad amorosa y forja en sus ensueños de amor a su mujer ideal. Aparece de pronto Irene, “chullita” joven y bella, digna representante de la clase media capitalina, quien huye de la persecución de Pepe, pedante “niño bien” de la clase aristocrática que busca rendirla con su frivolidad y su elevada alcurnia. Jorge e Irene empiezan un diálogo, en el cual discuten sus respectivos ideales amorosos cuando son interrumpidos por Pancho, un viejo verde, dado a descendiente de Condes, pero pobre y decadente, y Aurora, una cocota de la vida alegre, que finge candor para enamorar al viejo y sacarle el dinero que no tiene Luego de la interrupción, poeta y “chullita”, quienes, poco a poco, van enamorándose salen de escena a dar un paseo por el parque mientras cantan sus coincidentes aspiraciones amorosas: ambos buscan la pureza del sentir. Entretanto Pepe ha encontrado una contraparte para sus coqueterías: se trata de Mina, niña de la aristocracia, a quien trata de conquistar con halagos. Ella responde con consabida malicia y conocimiento de causa. Nuevamente aparecen Pancho y Aurora, quienes se encuentran con los dos jóvenes. Al viejo verde le resulta incómodo que Mina, sobrina suya, lo sorprenda en amoríos con una mujercilla que evidentemente pertenece a una clase social menor. Aurora, conocedora de las convenciones sociales, colabora con el viejo y se hace pasar por su ama de llaves, para no desprestigiarlo. Pancho, a su vez, trata de salvar la situación lanzando “segundas” a su sobrina por haberla encontrado en coqueteos con Pepe. Pancho y Aurora se retiran nuevamente y en ese instante llegan tres pobretones juerguistas, aún sedientos a pesar de la crudeza de su chuchaqui. Mina, finalmente se retira apresurada cuando pasan unas amigas, tratando así de disimular que ha estado en entrevistas con un joven. En ese momento aprovechan los juerguistas para enfrentar a Pepe, quien se ha quedado solo, con el fin de sacarle dinero. El pedante aristócrata aprovecha la situación para pronunciar un discurso absurdo acerca de la infiltración de ideologías foráneas en el devenir político nacional y exigir la presencia de un dirigente probo “al frente del carro de la República”, los juerguistas entusiastas alaban su verborrea para ganarse su simpatía y proponen ir a “asentar” este enardecimiento del civismo con unas copitas. Pepe aduce un compromiso y se disculpa pero suelta un dinerillo para que los muchachos vayan a festejar en su nombre. Una vez solo, el joven aristócrata da rienda suelta a uno de sus “deportes” preferidos, aparte del tenis y el automovilismo, el opio, saca su jeringuilla y disfruta del letargo embriagador que le brinda su contenido.
Segundo Acto
Primer cuadro
Mina encuentra a Pepe aún bajo los efectos del opio, el joven ensoñado le declara su amor y luego despierta confuso. Mina le propone dar un paseo por la laguna. Cuando se disponen a salir, regresa Jorge acompañado de Irene, quien es saludada por Pepe, con un movimiento de cabeza. Esto da lugar a una discusión entre las jóvenes y los muchachos, que culmina con la sospecha de estos de que la causa para la molestia femenina es los celos. Las muchachas se ofenden ante la insinuación, pues afirman que los celos solo surgen en el amor y les molesta que los chicos las consideren ya enamoradas de ellos. Irene y Mina se alejan furiosas, mientras Jorge y Pepe se quedan desencantados y mal humorados. En tal estado, Pepe quiere reñir e irse a los puños con Jorge, este prefiere evitar la pelea. Pepe se marcha furioso, mientras Jorge se va decidido a encontrar a Irene y declararle su amor.
Segundo Cuadro
Esa misma tarde, en el Café “El jardín de las ilusiones”.
Más tarde en el café “El jardín de las ilusiones” Mina e Irene se encuentran para aclarar sus asuntos. Así determinan que ambas han sido asediadas ya antes por los actuales pretendientes respectivos de cada una, vale decir: a Mina la rondaba Jorge por un tiempo, mientras que Irene era perseguida por Pepe. Cada una de las muchachas declara que los intentos masculinos fueron infructuosos, pues ninguna de las dos veía en el pretendiente el hombre de sus ideales. Mina tiene una estratagema para provocar que ahora los jóvenes -está vez en la constelación actual: Mina-Pepe, Irene-Jorge-, aceleren sus declaraciones de amor. Irene muestra primero resistencia ante la idea de Mina y consiente solo después que esta acepta correr con todas las responsabilidades del plan, ambas se retiran para poner en marcha su cumplimiento. Poco después entran en el local Pancho y Aurora, el viejo está muy contento por encontrar una positiva respuesta en la muchacha a sus arranques eróticos, parecería que no termina de darse cuenta que todo es por puro interés. Su buen humor aumenta cuando se escucha que en un reservado en la parte posterior del local un grupo de parrandistas festeja sonoramente. Luego de contribuir pecuniariamente a la farra, el viejo y la cocota se incorporan a la parranda del reservado. En ello, llegan Mina y Jorge, quien está ciertamente sorprendido por el insinuante comportamiento de Mina, esta solicita un reservado, ambos son conducidos hacia uno. Antes de entrar Mina pide al mozo que secretamente le haga saber cuando llegue una pareja, cuya descripción corresponde al dúo Irene-Pepe. En efecto, poco después estos llegan y toman asiento en una de las mesas delanteras. Pepe cree tener el éxito de su conquista de Irene a su alcance. Esta, a su vez, finge estar muy entusiasmada con la posibilidad de regodearse en el mundo de distinción y alcurnia que el joven aristócrata le ofrece. El mozo cumple el pedido de Mina y le avisa de la presencia de la otra pareja. Mina y Jorge salen entonces del reservado y se encuentran a boca de jarro con la Pepe e Irene. Los celos de Jorge y Pepe se encienden en relación a Irene y Mina respectivamente. En ese instante, aparecen también Pancho y Aurora. La situación se resuelve de manera negativa para las muchachas, pues Pepe se retira molesto y amenazando a Mina con no volverla a ver nunca más por haberla encontrado acompañada del joven poeta. Irene, por su parte, se aleja luego de haber sido increpada crudamente por Jorge por sus acercamientos a Pepe. El viejo, la cocota y la sobrina, entonces, piden un taxi y parten. Jorge, solo, desencantado y melancólico, se predispone a matar sus penas con el alcohol cuando uno de los farristas del reservado de atrás -un amigo suyo de bohemia-, que ha salido buscando a Pancho, quien les ha dejado con la cuenta colgada, lo reconoce y lo invita a juntarse a la farra. Una de las muchachas de la parranda invita a todo el mundo a continuar el festejo en su casa, Jorge paga la cuenta y se une a los festejantes sediento y con ganas de olvidar sus penas.
Tercer Acto
Días después en el Parque de la Alameda.
En el Parque de la Alameda tienen una entrevista Jorge y Pepe. Ambos muestran semblantes demacrados por los sufrimientos amorosos. Pepe, además, dado que se encuentra bajo los efectos de la abstinencia, ya que está en tratamiento toxicológico por su opiomanía. El aristócrata revela a Jorge que Pancho le visitó en nombre de su sobrina para relatarle que la escena que provocó la separación de las parejas fue un drama escenificado por Mina con el fin de encender sus respectivos celos. Según el viejo, la separación ha ahondado el verdadero cariño de las damas, por lo que estas aspiran fervientemente a que sea posible una reconciliación. Con ese fin, además, llega el mismo Pancho y escenifica como auténtico “Regisseur” el momento del reencuentro. Pide a los muchachos que se escondan en un recodo lleno de cipreses, luego trae a las muchachas. Entonces llama a Jorge, quien aparece sorpresiva y teatralmente, abraza a Irene y sale junto con ella feliz de la vida. Luego llama a Pepe quien abraza a Mina. Finalmente, el viejo “celestino” desaparece para ir a ver a su “ama de llaves”, dejando así a los tórtolos solos para su melosa y deportiva reconciliación. Luego de ella, Pepe y Mina salen felices a gozar de su amorío. Por otro lado, llegan los tres juerguistas en estado de semi-embriaguez, el tema de sus disquisiciones es la exitosa consecución, por uno de ellos, de un “puestito” en una entidad pública, acontecimiento que promete tener magníficas consecuencias para sus costumbres juerguistas, pues está en juego un generoso sueldo. En ese instante se escucha un fenomenal escándalo, incluido gritos y pitos policiales, producto de alguna pelea. Jorge regresa jadeante y con el traje desaliñado, acompañado de Irene. El joven poeta relata que estaba en dulce coloquio con su amada cuando fue atacado de pronto por un desaprensivo miembro de la plutocracia, quien a pesar de ser el causante del escándalo no fue apresado por la policía, pues para la plutocracia no hay autoridad. Juerguistas y paseantes protestan por la injusticia. En ello, Aurora y Pancho regresan de su paseo. Para sorpresa del viejo los juerguistas estallan en grandes carcajadas al verlo meloso y enamoradizo. Uno de los juerguistas le cuenta a Pancho al oído que su dama de compañía es una “Sacerdotisa de Venus”. El viejo sorprendido al confirmar su humillación y “transido de amargura incurable” se aleja decepcionado, mientras Aurora estalla en una carcajada histérica y luego sollozante se despide justificándose: “Así conforme el mundo vilmente me engaño, debo yo también engañar”. Los juerguistas despejan, poco a poco, la escena. Jorge le declara finalmente su amor a Irene, mientras ella reconoce en él al hombre que vislumbró su alma en ensueños de amor. Efusivamente se abrazan y se embarcan en un típico bote de la “Alameda”. Remando se alejan.
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*De acuerdo a las indicaciones del Archivo Histórico del Banco Central, el libreto de la opereta no se encuentra en sus fondos. El presente resumen del argumento ha sido preparado en base a la partitura manuscrita, Nro. de catálogo FM 0030.030 (155 fol.), fechada 20 de febrero de 1946, la reducción piano-voz FM 0033.031/B (66 fol.) y el texto mecanografiado con fecha 7 de VIII de 1963 de la comedia post-romántica, “El parque de los ensueños”, Nro. de catálogo FM0033.033/A (54 fol.), obra hermana de la opereta. Parto de la suposición de que los textos intermedios de la opereta consignan versiones comprimidas de las acciones que se manifiestan en los textos de la obra de teatro.
**Según consta en la partitura manuscrita autógrafa. Hay que indicar que un análisis de las características de esta composición determina que esta obra debería llamarse “zarzuela ecuatoriana”. Para más detalles revisar el artículo “Tras el rasgo lírico de Salgado” de Javier Andrade, texto de presentación del recital de la Compañía Lírica Nacional del 11 de diciembre de 2007 en el Teatro Nacional Sucre, con motivo de los 30 años de la muerte del compositor.
II.
Resumen* argumental de
“Cumandá” - Ópera en tres actos**
Libreto de Luis H. Salgado basado en la novela homónima de Juan León Mera
Por Javier Andrade Córdova
La acción ocurre en las selvas ecuatorianas . Primera parte de siglo XIX.
Primer Acto
En el poblado de los Paloras, una comitiva de guerreros realiza un ritual para sellar sus pactos de unión y nombrar al viejo cacique Yaguarmaqui, Mano de Sangre, su líder común. Entre los guerreros está el hijo del anciano Tongana, quien pide a Yaguarmaqui castigar a los blancos por sus ofensas. Uno de los invasores blancos, Carlos, hijo del misionero Orozco del pueblo de Andoas, se ha atrevido a pretender a su hermana Cumandá, la hija preferida de Tongana. El máximo curaca acepta la alianza y promete proteger a todos los pueblos concertados. En otra parte de la selva, Cumandá y Carlos se encuentran secretamente al amanecer, junto a dos palmeras entrelazadas por lianas floridas. Ella cumplirá el rol de la Virgen de las Flores durante la fiesta de las canoas al día siguiente, luego de la cual cumplirá su promesa de casarse con el joven frente al jefe de los cristianos. Todo ello, a pesar del odio que su padre siente por los blancos. Amanece y Carlos se despide de su amada. Más tarde, en el crepúsculo del mismo día, junto al río Pastaza, una pareja de jóvenes enamorados, Schirma y Sinchirigra, se encuentra furtivamente. Mientras tanto Carlos espera el arribo de Cumandá, quien llega alarmada por cuanto las dos palmeras, símbolos de su amor y lugar de sus secretos encuentros, han sido quemadas. Ambos confían en la protección divina del Dios de los blancos frente a los malos presagios.
Segundo Acto
A orillas del Lago Chimano, una multitud aclama a Yaguarmaqui, quien ha sido elegido el rey de la fiesta. Entre los presentes, se encuentra Carlos. Las vírgenes de los frutos y los granos depositan sus ofrendas para el gran jefe. Cumandá, como virgen de las flores, hace finalmente lo propio con las bellas flores de la selva. El hijo de Tongana aprovecha la confusión que se produce cuando la gente se apresura a recoger las ofrendas que flotan en la orilla, para atentar contra Carlos, provocando que caiga de su canoa. Cumandá se percata del incidente y rescata a su amado del agua. Entonces, el hijo de Tongana y otros guerreros acusan al blanco de haber mancillado a la joven virgen, al haberla tocado, y exigen la muerte de ambos. Yaguarmaqui pospone cualquier decisión hasta el fin de la fiesta. El viejo Tongana, quien no cesa en sus propósitos de matar al blanco, propone entonces a su hijo envenenarlo. Mientras la ceremonia continúa con bailes y cánticos de alabanza a Yaguarmaqui, el hijo de Tongana, simulando amistad, le ofrece a Carlos una bebida envenenada. Cumandá salva nuevamente a Carlos, al impedir que pruebe la bebida. Luego escucha furtivamente, junto con Carlos, que su padre la ofrece por esposa a Yaguarmaqui. Los amantes deciden entonces que su única salvación es huir. Se aprestan a ello cuando son sorprendidos por Tongana. Yaguarmaqui ordena el apresamiento de Carlos y anuncia a todos su futura unión con Cumandá. En ese instante, un ataque sorpresa de tribus Moronas enemigas provoca una gran confusión. El máximo cacique y sus guerreros salen a enfrentar a los atacantes y Carlos aprovecha el caos para escapar, no sin antes prometer a Cumandá volver por ella.
Tercer Acto
En la reducción cristiana de Andoas, el misionero dominico Domingo de Orozco celebra cantos religiosos con sus devotos en medio de su preocupación por la demora de su hijo Carlos en retornar. En eso llega Cumandá a bordo de una canoa. La joven, casi desfalleciente, relata su infortunio. Fue entregada como esposa al viejo y cruel cacique Yaguarmaqui, Mano de Sangre, pero antes del matrimonio aquel falleció. Dado que la tradición de esa tribu obligaba a que ella también muera, para acompañar al espíritu del difunto, decidió emprender la huida y buscar a Carlos. Afortunadamente encontró atada a orillas de un arroyo una canoa con la que se aventuró a un viaje de algunos días. Dicha canoa -se devela entonces-, se trata de la canoa de Carlos, quien, a su vez habría regresado al reducto indígena para salvar a Cumandá. Orozco pide a sus acólitos, los guerreros záparos, ir en búsqueda de su hijo, puesto que es claro que aquel no tiene ya un medio para emprender el regreso y se encuentra en franco peligro. En ese momento llega una delegación de los Paloras, a la cabeza de la cual está Sinchirigra, hijo del fallecido Yaguarmaqui. Ellos exigen la entrega de Cumandá para que se cumpla su sacrificio. Ante la rotunda negativa del misionero, surgen amenazas de guerra y exterminio. Cumandá aparece, entonces, y se entrega ella misma a Sinchirigra, pues no está dispuesta a que la sangre de otros sea derramada por su causa. Los Paloras confirman entonces, además, que Carlos es su prisionero y que hubiera sido inmolado en su lugar, si Cumandá no se hubiese entregado. La virgen de las flores ve confirmarse, entonces, algo que ya presentía que sería su destino: ser sacrificada para salvar a su amado Carlos. La joven es conducida al lugar de la selva donde Carlos y sus captores esperan por el retorno del nuevo jefe Sinchirigra. Cumandá y el joven se reencuentran por última vez para una corta despedida. Pronto el nuevo jefe de los Paloras ordena abandonar a Carlos, Pona y al moribundo Tongana atados en la selva y continuar la marcha. Antes de separarse, Cumandá entrega a Carlos una pequeña reliquia que ha conservado consigo desde siempre. Poco después, arriba el padre Orozco y libera a los cautivos. Carlos abre la reliquia que le fue entregada por Cumandá y su padre reconoce en ella la fotografía de su esposa Carmen, fallecida hace muchos años. Comprende, entonces, que Cumandá es su propia hija Julia. Pona confirma que la niña fue salvada de las llamas por ella, durante la rebelión de indígenas que, muchos años atrás, lideró Tongana, su esposo, en contra de quien, por aquel entonces, era el déspota hacendado Orozco, hoy misionero en la selva. Todos se predisponen a la marcha para salvar la vida de Julia, de Cumandá. Pero, solo alcanzan a llegar para ser testigos de cómo la doncella ha sido abandonada, esplendorosa, pero inerte en medio de las más bellas flores selváticas. Entonando cantos por su alma a la Virgen María, la comitiva se interna en la espesura de la selva con su cuerpo.
*Este resumen ha sido preparado de acuerdo al libreto mecanografiado que reposa en el Archivo Histórico del Banco Central, con el No. de catálogo FM 0033.020 (32 f.) y la partitura manuscrita autógrafa, Nro. de catálogo FM 0033.017/A (306 f.), en la cual se indica que la composición fue culminada el 25 de diciembre de 1954.
**Según consta en la partitura manuscrita autógrafa.
Trilogía épico-cristiana
III.
Resumen* argumental del libreto de
“Eunice” - Ópera en tres actos y cuatro cuadros**
Libreto original y música de Luis H. Salgado
Por Javier Andrade Córdova
La acción ocurre en Roma, año 66 D.C.
Primer Acto
Eunice, una liberta ateniense, recuerda cómo fue raptada en su ciudad y llevada a Roma como esclava. Petronio la adquirió, pero luego la manumitió al enamorarse de ella. Cantos cristianos se escuchan en la lejanía. Eunice se siente fascinada por esa doctrina que promueve el amor, la esperanza y la caridad. Marco Vinicio, un tribuno militar, sobrino de Petronio, llega con la noticia de que su amada Ligia, una cristiana, por quien Eunice siente una sincera amistad y respeto, ha sido trasladada a las mazmorras del circo. Ambos temen las influencias malévolas de Popea y Tigelino sobre el emperador Nerón, para convertir al imperio en un matadero lleno de sangre y violencia, pero confían en que Petronio pueda interponer sus influencias para salvar a los cristianos apresados. Marco Vinicio se retira exhausto acompañado de Eunice.
Entonces, entra sigilosamente Fulvia, una esclava de Petronio. La acompaña un grupo nutrido de esclavos a quienes ha traído para enseñarles secretamente la doctrina de Cristo. Antes de que se dispersen, Fulvia les pide juntarse al día siguiente en la Vía Appia para escuchar las palabras del obispo Lino y les recuerda la alegre proximidad de su bautizo. Fulvia se apresta a salir cuando sorprendentemente regresa su patrón, Petronio. La joven esclava teme por su vida, puesto que no sabe si Petronio ha alcanzado a escuchar algo de su prediga. El temor se debe a que el cristianismo es perseguido implacablemente y ser delatado en cualquier momento, es un asunto muy frecuente. Petronio le indica que no debe temer por su vida, pues admira la virtud de los seguidores del cristianismo.
Eunice y Marco Vinicio retornan y acosan a Petronio con preguntas acerca de la suerte de Ligia. Para alegría de todos, Petronio muestra un decreto imperial que ordena su libertad. Todos celebran la noticia, pero, para su consternación, poco después entra Tigelino, el Jefe de la Guardia Imperial, seguido de lictores y guardias pretorianos, con un nuevo decreto imperial que revoca el anterior y condena a muerte a Ligia. La única concesión que Nerón les brinda a los allegados de la prisionera es que puedan visitarla por una última vez antes de su sacrificio en los juegos del circo.
Segundo Acto
Primer Cuadro
Nerón, acompañado de Popea, disfruta de un espectáculo de danza y música durante el cual le es presentado un grupo de bellas esclavas para su selección y compra. Tigelino retorna y relata con ironía las reacciones de dolor de Petronio, Eunice y Marco Vinicio ante la entrega del decreto revocatorio de la libertad de Ligia. El relato causa la diversión sarcástica de los emperadores. Nerón recuerda a su acólito sobre la visita que realizará al amanecer del siguiente día a los calabozos del circo. Tigelino manifiesta tener todo preparado y resalta de manera zalamera su lealtad y disposición de servicio al emperador. Todos se retiran a descansar para la visita prevista.
Segundo cuadro
En las mazmorras del circo, Ligia, junto a otros prisioneros, encomienda su alma a Dios. Por el piso superior aparecen Petronio, Marco Vinicio y Eunice, quien, en estado de místico ardor, se dispone a sacrificarse por su amiga. A pedido de los visitantes, el carcelero trae a Ligia, a quien Petronio convence de aceptar el plan trazado para su liberación, asegurándole que aquel no entraña peligros para Eunice, pues si bien esta la suplantará por ahora en las mazmorras, luego será liberada. Petronio actúa convincentemente, aunque internamente sabe que es casi seguro que lo que hacen es una sentencia de muerte para Eunice, su amada, y para sí mismo. Para lograr el cambio entre las dos mujeres, Petronio provoca, entonces, que la única antorcha que alumbra la escena caiga al piso y se apague. El carcelero se retira para encender la antorcha y en la oscuridad Eunice cambia su manto por el desteñido ropaje de Ligia, luego ambas cubren sus rostros. El carcelero retorna, entonces, con nueva luz y conduce, sin saberlo, a la falsa prisionera al calabozo. En ese instante, las trompetas anuncian la llegada de Nerón y su comitiva. Petronio, Marco Vinicio y Ligia, vestida como Eunice, salen por un pasadizo seguro antes del arribo de la comitiva imperial. Una vez en los calabozos, Nerón ordena que Ligia sea traída a su presencia para poder extasiarse con su belleza antes de su sacrificio. Eunice, vestida como Ligia, es conducida ante el emperador, quien le ordena develar su rostro. Ante su negativa, Tigelino le arrebata violentamente el manto y se descubre, entonces, la suplantación. Eunice confiesa haberse convertido al cristianismo y estar dispuesta a sacrificarse a cambio de Ligia en un acto de piedad, propio de su nueva creencia cristiana. El emperador ordena el castigo mortal para todos los cómplices del engaño y decide que Eunice sea soltada frente a un oso salvaje en los juegos del circo del día siguiente. Mientras los romanos de la comitiva imperial exclaman su júbilo por la crueldad de Nerón, los cristianos entonan desde el interior de la prisión un “Gloria in excelsis Deo” con gran fervor religioso y como prueba de su fe ardiente e irreductible.
Tercer Acto
Ligia y Marco Vinicio han logrado escapar a un refugio en las afueras de Roma, ciudad que se ha sumido en grandes convulsiones. Los dos agradecen a Dios por haberse salvado, aunque sufren y se preocupan por la cantidad de compañeros caídos en la lucha. Llega Fulvia y relata cómo logró salir a salvo del Circo Máximo. Cuenta que el obispo Lino también estuvo allí, impartiendo desde los graderíos sus bendiciones a los que eran sacrificados. Relata que Petronio, seguro de la violenta persecución imperial a la que iba a ser sometido, decidió terminar él mismo con su vida. Narra, asimismo, que Fabricio y otros jóvenes cristianos fueron al Spoliarium a rescatar los restos de los compañeros sacrificados en los juegos para darles sepultura cristiana. Justamente, en ese momento llega Fabricio totalmente agotado, luego de haber logrado recuperar los restos de los cristianos sacrificados haciéndose pasar por un centurión. Después arriba el obispo Lino, asimismo exhausto pero con vida y dispuesto a continuar con su misión. Finalmente, cuatro libertos cristianos traen a Eunice en una litera y aún con vida, aunque gravemente herida por el martirio al que fue sometida. Feliz de ver a Ligia a salvo, gracias a su sacrificio, y rodeada de sus compañeros de fe, fallece tras recibir la última bendición del obispo Lino.
*Este resumen ha sido preparado en base al libreto manuscrito autógrafo que reposa en el Archivo Histórico del Banco Central, con el No. de catálogo FM 0033.023/A (14 f.) y la partitura manuscrita autógrafa, No. de catálogo FM 0033.021 (133 f.), en la cual además se indica que la fecha de culminación de la composición fue el 6 de septiembre de 1962.
**Según consta en la partitura manuscrita autógrafa.
IV.
Resumen* argumental del libreto de
“El Centurión” - Ópera lírica en tres actos y cuatro cuadros**
Libreto original y música de Luis H. Salgado
Por Javier Andrade Córdova
La acción ocurre en Roma y sus alrededores, año 68 D.C.
Primer acto
En el campamento de vanguardia del ejército del general Galba, frente a la tienda del capitán Cotta, dos decuriones conversan sobre las alarmantes noticias provenientes de Roma. Se sabe que en la ciudad impera el pillaje. También hay rumores de un entendimiento entre los partidarios de Galba y los del general Nerva, que permitirá que el primero marche triunfante a Roma para asumir el trono imperial. Se aguarda solo la llegada de una confirmación secreta para iniciar la marcha. Un gallardo centurión, Fabricio, llega con dicha información y es inmediatamente conducido a la tienda del capitán Cotta.
Entonces, Priscila, una patricia romana, arriba al campamento en estado casi desfalleciente y acompañada de Fulvia, una joven liberta cristiana, que la protege. Priscila se queda dormida mientras Fulvia le cuenta que el Dios cristiano se le presentará en los sueños para brindarle un descanso reparador. Luego, ella misma se queda adormecida al lado de la señora.
Cotta, Fabricio y los decuriones salen de la tienda y descubren a las mujeres dormidas. Asumen inmediatamente que se trata de dos refugiadas más que han huido de la ciudad. Uno de los decuriones parte del lugar con el esperado mensaje para el general Galba, mientras Cotta, para su felicidad y tranquilidad, descubre en la dama dormida a su propia esposa. Fabricio, por su parte, reconoce en la otra mujer a su prometida Fulvia. Las respectivas parejas de esposos y amantes se encuentran, entonces, en un feliz abrazo.
Se suma a todo ello el júbilo general por las noticias favorables al ascenso de Galba al trono, al alba marcharán todos hacia Roma. Los refugiados cantan su alegría por el nuevo amanecer que se acerca para la ciudad eterna, mientras la decuria entona saludos para el futuro emperador: “Ave Galba Imperator”.
Segundo acto
Primer cuadro
En las afueras de una excavación se encuentran los dos decuriones, que están furtivamente espiando a Fabricio. Se intrigan sobre las extrañas acciones del centurión y deciden seguirlo cuando este ingresa en una gruta
Segundo cuadro
Dentro de ese lugar los cristianos celebran sus ritos. Los decuriones, desde un escondite, observan al obispo Lino impartir bendiciones a los congregados y agradecer a Fabricio por haber cumplido su arriesgada misión y estar difundiendo la doctrina cristiana entre las milicias. Fabricio indica que fue un designio del cielo que el centurión de Nerva, quien llevaba la esperada noticia de su apoyo para Galba haya muerto en sus brazos. Un destino divino quiso que sea él quien transporte tan importante noticia al futuro emperador. Al conocer esto, los decuriones reconocen en Fabricio a un impostor. No se trata de un auténtico centurión, sino de un cristiano que habría aprovechado la oportunidad que se le presentó para congraciarse con los jefes militares.
Tercer acto
En el Templo de Vesta tiene lugar un ritual en presencia del emperador Galba con el fin de hacer votos por su gobierno. Entonces, llega el primer decurión, quien trae a Fabricio prisionero y lo acusa de ser un impostor cristiano. Galba lo condena a morir en la arena del circo. Cotta aparece, entonces, seguido de Priscila y Fulvia. El capitán recuerda al nuevo emperador que fue Fabricio quien recogió y trasmitió la noticia de la secreta alianza que permitió a Galba asumir el solio imperial. Priscila, por su parte, relata como Fulvia, la prometida de Fabricio, la salvó de ser maltratada por exaltados plebeyos que atacaron su litera y luego la condujo al campamento donde pudo finalmente reencontrarse con su esposo. Fulvia, por su parte, implora clemencia y llama al emperador “el anverso de Nerón”, mientras que Fabricio se declara limpio de culpabilidad. Galba luego de reflexionar decide liberarlo, pues no quiere manchar el inicio de su gobierno con sacrificios humanos. Todos lo aclaman por su decisión. Finalmente, el emperador condena a las galeras al decurión que trajo prisionero a Fabricio, acusándolo de haber hecho todo por pura ambición. El decurión prefiere suicidarse a enfrentar aquella pena que sabe bien será su tortura y su fin.
*Resumen preparado en base al libreto manuscrito autógrafo que reposa en los Archivos del Banco Central del Ecuador con el número de catálogo FM 0033.026 (14 fol.). En la página 1 de dicho manuscrito consta la inscripción: “comenzada el 7 de julio de 1959”. Se tomó como referencia también la partitura manuscrita autógrafa, Nro. catálogo FM 0033.027/A (97 f.), en la cual se indica que la orquestación fue culminada en Quito, el 22 de febrero de 1960.
**Según consta en la partitura manuscrita autógrafa. Sin embargo, el libreto manuscrito autógrafo habla de esta obra como una “ópera en un acto y cuatro cuadros”.
V.
Resumen* argumental del libreto de
“El Tribuno” - Ópera en tres actos y cinco cuadros**
Libreto original y música de Luis H. Salgado
Por Javier Andrade Córdova
La acción ocurre en Roma, fines del siglo I D.C.
Primer Acto
Durante las lupercales, festejos consagrados al dios Pan, se realizan fastuosas danzas, cantos y fiestas bacanales en el anfiteatro de Vespasiano en presencia del emperador Domiciano y su mujer Domitila. Fuera del anfiteatro, Cneo, senador romano, y Cayo, un integrante del patriciado, comentan acerca de la demagogia espectacular del emperador y sobre sus oscuros designios para auto declararse divino, acerca de los cuales han tenido conocimiento gracias a Livio, el Tribuno del pueblo. Éste justamente llega y poco después Gala, una patricia romana. Todos conferencian preocupados acerca de los consabidos propósitos imperiales, cuando un decurión acompañado de legionarios arriba con el temido decreto: Domiciano exige que se le rindan cultos como a un Dios. La reacción del pueblo es de inmediato rechazo; unos gritan “sacrilegio”, otros “herejía” hasta que son dispersados violentamente por los legionarios.
Luego de haber observado la indignación popular, Livio pregunta a los nobles romanos si el Senado no debería estar en capacidad de vetar el decreto imperial. Cayo manifesta que sondearan tal posibilidad, aunque duda acerca de que el Senado logre superar su temor a las represalias de Domiciano. Cneo, Cayo y Gala se retiran y Livio se queda solo, y en un soliloquio expresa su optimismo: cree firmemente que la filosofía redentora del cristianismo se impondrá, poco a poco, en Roma hasta llegar a ser religión oficial.
Su madre, una diaconisa cristiana y su tío Clemente, un presbítero, llegan en su búsqueda preocupados por su retardo y por las alarmantes noticias. Livio les tranquiliza, pues es cauto y sabrá cumplir su misión con precaución. Clemente confirma su confianza en que, mientras gente del pueblo como ellos, difunden entre los humildes la palabra de Dios, otros, como Livio, elegido Tribuno gracias a sus dotes de orador y su inteligencia, harán que gane terreno en las cortes y entre las clases gobernantes.
Segundo Acto
Fulvia ora en fervoroso desprendimiento cuando llega Gala con su amiga Licinia, otra noble romana. Ambas consideran que es un designio divino poder conocer la doctrina cristiana a través de Fulvia, al tiempo que se lamentan sobre la época cruel que transcurre, especialmente para los seguidores de Cristo. Se trata de un tiempo solo comparable con el del nefasto Nerón. Licinia, quien está al tanto de lo que ocurre en el mundo palaciego, vaticina el fin de Domiciano y cuenta que deberá acompañar luego a la emperatriz Domitila adonde un astrólogo caldeo, del cual se esperan premoniciones importantes. Con ese fin se despide de Fulvia y parte con Gala.
Entran Cneo, Cayo y Livio, quienes están también al tanto de unos vaticinios y se muestran optimistas de que aquellos, en efecto, se cumplirán, produciendo un cambio que lleve a Nerva al solio imperial.
Más tarde, Ascletarión, el astrólogo caldeo, confirma a Domitila y Licinia, quienes han asistido al encuentro cubiertas y de manera incógnita, que en corto tiempo ocurrirá el magnicidio de Dominciano, con el cual concluirá la dinastía Flavia.
En otra parte, Fulvia y otros cristianos son apresados mientras se encuentran reunidos pidiendo ayuda a su Dios.
Tercer Acto
En una Biblioteca, el joven historiador Suetonio y un escriba discuten acerca de los últimos acontecimientos: el asesinato de Domiciano y el advenimiento de Nerva como emperador. Cneo llega y, por la conversación que mantiene con Suetonio, se percibe que es ahora también partidario de la doctrina cristiana. Entonces arriba Livio, el Tribuno, quien trae muy buenas noticias: el nuevo emperador Nerva ha levantado el exilio de los desterrados y ha indultado a los cristianos. Cneo ha citado en la Biblioteca a Gala con el fin de promover su encuentro con Livio, quien la admira y ama. Gala llega y Cneo se retira discretamente. La noble dama le confiesa a un feliz Livio su deseo de ser esposada cristianamente con él. Finalmente, la alegría crece cuando Licinia arriba con la noticia de que al atardecer se liberará a los cristianos presos. Todos se retiran para preparar el recibimiento.
Más tarde, en efecto, Livio y sus compañeros cristianos, entre los que se cuentan ya Cayo, Cneo, Licinia y Gala, acogen a los prisioneros que van saliendo, poco a poco, de los oscuros calabozos entonando un canto de agradecimiento a Dios. Entre ellos se encuentra Fulvia, la madre del Tribuno del pueblo.
*Este resumen ha sido preparado tomando como base el libreto manuscrito autógrafo fechado el 28 de febrero de 1965, que reposa en el Archivo Histórico del Banco Central con el Nr. de catálogo FM0033.029 (20 fol.); y la partitura manuscrita autógrafa, Nr. de catálogo FM 0033.027 (194 f.), la cual, además, indica que la fecha de culminación de la composición fue el 25 de julio de 1975.
**Según consta en la partitura manuscrita autógrafa.